miércoles, 18 de marzo de 2020


La deuda es el motivo de todas mis desgracias, dice mi vecina, mientras rescata a la banca con sus impuestos, y los antidisturbios en formación como los legionarios, la dejan en la calle en pleno invierno, a merced de las gramíneas, que traen consigo irritaciones en la piel, y escozor en los ojos de las alérgicas.
Las alérgicas se quejan del nivel de contaminación, y de tener que respirar en la ciudad con una máscara quirúrgica, desde que se fundieron los glaciares en el ártico, donde no se han vuelto a congelar las aguas, y el hielo es tan escaso como los lobos, los osos polares, o las perroflautas.
Las perroflautas sueltan en la calle pájaros, pero los vecinos están artos de sus rastas, y prefieren a los políticos serios con jaula y con corbata, que hablan en automático y en serie,  jamás viajan en el metro, y viven lejos de la miseria en Cortylandia.
Lejos de la miseria se encuentra el usurero,  al que jamás le leyeron un cuento, y no conoce la magia del beso de una madre antes de acostarse, para no tener miedo a las puertas que se cierran, y a la oscuridad donde los monstruos, acechan a los niños que olvidaron los juguetes, y ahora se rodean de escrituras, acciones, y billetes de quinientos, que invierten en deuda del estado a un interés del siete por ciento.
A un interés del siete por ciento, se encuentra la carne de atún rojo en una cámara frigorífica a veinte grados bajo cero, a la espera de que se extinga, y suba su valor en la bolsa de New York.
New York es para las inmigrantes mejicanas, la ciudad de las oportunidades-a pesar de que los gringos odian a las Mexicas- donde labrarse un futuro como esclava, y donde se comienzan a realizar los sueños.
Se realizan los sueños en las redes sociales, si alcanzas suficientes seguidores en tu perfil de facebook, un oasis donde eliges el tamaño de tu pene.
Según el tamaño de tu pene serás popular, o visitarás al psicólogo, para evitar lanzarte a las vías del tren dos veces por semana, como hacen el amor las parejas en busca de perpetuar la especie, a pesar de que el esperma cada vez es más estéril, por error de los transgénicos.
Otra vez los transgénicos, y es que por su culpa, son habituales los roedores en el estómago, y una bala metida en la cabeza de un minero, asesinado en una mina de coltán, en el último confín del universo.
En el último confín del universo, ya no interesan los árboles, y en su lugar abundan las plantaciones modificadas genéticamente, que trastornan la biodiversidad, y dejan el agua limpia de bacterias, igual que en el polo norte donde escasea el plancton, y los pingüinos se encuentran amenazados en peligro de extinción, como los delfines o las ballenas.
En peligro de extinción, se encuentran las personas que defienden los derechos humanos, cerca de las fronteras de Ceuta y de Melilla, donde esperan miles de Subsaharianos la ocasión para saltar la valla, y comprar las ultimas zapatillas de deporte, que anuncia Messi en pantalla gigante, en medio del desierto.
 En medio del desierto no llegan las ondas del satélite, y un beduino observa ensimismado la imagen borrosa de un cielo cubierto de estrellas, en su iphad último modelo, programado para la autodestrucción a lo sumo dos años más tarde.
Dos años más tarde subirá el nivel de los océanos, y serán especies amenazadas la sardina y la caballa, que alcanzarán un precio difícil para el bolsillo de los jubilados, en el estado del bienestar, que se hundió entre cimientos de papel, vigas oxidadas, tuberías de plástico, y cursos de prevención en el trabajo, que solo servían para eximir a las empresas de toda responsabilidad en caso de accidente, y dejar al trabajador desnudo en un retrete, a pesar de haberse visto empujado por la precariedad laboral, a subirse a los andamios.
Subirse a los andamios y hacer en ellos inconscientes piruetas, es cosa de youtubers que buscan la fama en las redes sociales, donde no eres popular, si no alcanzas el millar de seguidores, y tu video no se viraliza un millón veces.
Un millón de veces la llamaron a ella bonita, mientras ella vomitaba tanta gracia, como daba la democracia de Grecia, cuando pedía aplazar el pago de la deuda externa, antes de que al pronunciar otra vez bonita, harta se volviese agreste y agresiva, y te amenazase con darte una hostia, igual que las reparten en la iglesia los curas, previa visita al  confesionario, aceptar el perdón de dios, rezar diez ave Marías, y estar libre de culpa.
Libre de culpa es una bula papal a cambio de un donativo, para mayor gloria de dios, y de la iglesia católica, a la que ya solo van ancianos, a pesar de sus esfuerzos por captar a los jóvenes, con anuncios petenciosos, similares a  la coca cola, los refrescos energéticos, las zapatillas de deporte, los  videos de contenido sexual, y los teléfonos móviles.
La telefonía móvil no es apta para menores, porque crea adicción a comerse las uñas, mientras vives obsesionado a la espera de obtener me gustas, en tu último video misógino, que trata a la mujer como una perra, que mueve su culo al ritmo de una música que humilla a las mujeres que no quieren ser princesas, alentados por los príncipes azules que las quieren vivas en urgencias.
En urgencias se encuentra otro trabajador con anemia, tras catorce horas sin descanso en un sótano sin luz, tras una máquina que desconoce el cuerpo humano.
El cuerpo humano se acostumbra y ya no protesta, a pesar de la oscuridad del frío, y de la desnutrición,  ni siquiera cuando se tiene que agachar a recoger las migajas de pan y dar las gracias.
Igual que da las gracias si le echas en el barro un hueso a un perro callejero, acostumbrado a las patadas.
Acostumbrado a las patadas está un  Sirio que huye de la guerra, al borde de una Europa que prefiere que se muera, a darle refugio en su frontera.
En sus fronteras hay concertinas, alambradas, y personas que no tienen sentimientos, y permanecen impasibles a pesar del frío del invierno, de la lluvia, y de la falta de alimentos.
 La falta de alimentos es motivo de protesta en las redes sociales, donde la policía nacional hace escuchas ilegales, y le coloca a tu vecino una mordaza por manifestarse, y lanzar un cacahuete a un mono de feria, que se masturba en directo, y sin pudor hace acrobacias extraordinarias, al borde de una deuda.
Al borde de una deuda se asoma al despropósito, mientras el público aplaude, a la espera de un truco de magia, que los permita volver a base de horas extras, a la burbuja inmobiliaria.
La burbuja inmobiliaria es una quimera, donde una sonrisa sustituye a la viagra, a los antidepresivos, y a las drogas de diseño.
Las drogas del diseño son la nueva moda de siglo XXI, donde se llevan los leggins, las mallas, y las zapatillas de deporte, para pasear por los centros comerciales, y exhibir las operaciones de estética.
Las operaciones de estética han creado una nueva raza, que busca el prototipo de un ser humano perfecto, y de la juventud eterna, si tienes un billete de quinientos.
Los billetes de quinientos son una fantasía producto de las personas mayores, que juran y perjuran que los vieron, igual que dicen que conocen el sabor de la miel de las abejas.
La miel de las abejas es un producto del pasado, antes de que el planeta tierra se convirtiera en un vertedero inhóspito, donde la vida es una quimera.
La vida es una quimera que se pierde, mientras recoges en el campo fresas, donde te imponen un ritmo de trabajo frenético, que tienes que cumplir si no quieres  ser castigada,  mientras un hombre después de tu jornada laboral, abusa de su poder y te magrea, hasta que pagas tu pasaje a una vida mejor.
Una vida mejor es una tarjeta de crédito, para poder comprar los productos que te brindan los escaparates en los centros de ocio, entre los pantalones vaqueros, y una hamburguesa.
Un pantalón vaquero y una hamburguesa son el sueño de una subsahariana que se juega la vida en el estrecho.
El estrecho está lleno de cadáveres, y en la isla de Lesbos, permanecen las afortunadas que no han muerto en el intento, mientras permanecen confinadas en un campo de refugiados.
Los campos de refugiados deberían avergonzarnos, dice el poeta que perturba la calma con una coca cola en la mano, mientras sus vecinas hartas de sus versos, piden que se calle de una puta vez, que bastante tienen con evitar el desempleo, pagar sus deudas, y alejar a los antidisturbios de la puerta de su casa.



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