En mi barrio hay una ciénaga donde los drogadictos enjuagan
sus jeringuillas y los borrachos vomitan latas vacías de cerveza y botellas de
alcohol.
En su orilla crecen grises los helechos las ortigas son
extremadamente venenosas y los frutos caen enfermos sin madurar de las ramas.
En sus aguas infectadas no se bañan ni los perros y los
mosquitos no tienen descendencia.
Sus aguas albergan toda clase de parásitos por eso no acuden
a saciar en ella su sed los gorriones ni
las palomas no así los jilgueros que
amenazados como especie en peligro de extinción
artos de ser objeto de deseo por los criadores de pájaros beben de sus
aguas con el propósito de perder la voz y vivir libre de jaulas.
El último pájaro rebelde murió diagnosticado de cáncer
cuando sobrevolaba la M-40
El último pájaro doméstico murió atropellado en la calle
cuando escapó de su encierro y con sus alas inútiles intentó levantar el vuelo.
Acostumbrados a la bocina estridente nadie los ha echado de
menos ahora solo se ven alas si observas aviones en el cielo y plumas sin vida
en la carretera.
En los arbustos cercanos hay un gato arisco al que se le
eriza el pelo cuando observa mutaciones en las carpas.
Los roedores están en huelga de hambre porque no se recogen
las papeleras y la comida está caduca.
Los batracios no beben agua sin cloro y las serpientes en
los cenagales prefieren los gusanitos al Anisakis de los peces.
En mi barrio no está todo perdido, dicen que hay un niño muy
raro que la visita y cuida a las sanguijuelas de los charcos que no teme a las arañas y le gusta observar
a las hormigas y perseguir con su mirada el vuelo de las mariposas mientras
coge avispas con la mano y deja a las
mariquitas posarse entre sus dedos.
Un niño que sueña con
el agua clara y recoge entre el lodo de la orilla envoltorios de plástico
toallitas y latas oxidadas al que no temen cuando se aproxima las urracas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario