En mi barrio Inditex marca la moda de los guapos y contrata
en la India o en Brasil empresas textiles con esclavos sin derechos laborales.
Los puestos del mercado permanecen cerrados y los que continúan abiertos
presagian el desastre de la podredumbre del pescado y el hedor de la carne
putrefacta.
Ya no hay papelerías,
ferreterías, droguerías, ni talleres de zapatos. Tan solo hay papelinas
que te rallan, zapatillas de deporte y hormonas ilegales.
Ya solo hay bazares donde se venden productos todo a un euro
cuya utilidad es cuestionable fabricados en países que contaminan la atmosfera
con combustibles insalubres sin importarles el mañana.
Los comercios ya no son rentables y es más fácil dedicarse
al menudeo sin impuestos en el parque.
Los autónomos acuden a las plazas y eligen a uno o dos
parados para llevarlos a obras sin cursos de prevención de riesgos laborales en
jornadas de doce horas sin pausa y sin el fastidio de las vacaciones de un
contrato.
Ahora los emprendedores se dedican a la pornografía.
La
carne de las chicas es un buen negocio y
las mujeres ejercen la prostitución a base de amenazas y alguna que otra hostia
si vomitan o su trabajo les produce arcadas.
Proliferan los locales de apuestas donde los ludópatas
buscan escapar de la mala suerte mientras aprenden con la ruina la probabilidad
matemática que los acerca a la pobreza.
Es un buen negocio buscar la juventud en un gimnasio evitar
la caída del cabello aumentar el tamaño de las tetas y vender a los maduros que
no aceptan el paso de los años una dentadura perfecta.
Las inmobiliarias continúan especulando a pesar de la competencia
de los bancos que ofrecen ofertas de sus casas de desahucio.
Los empresarios aplauden las reformas laborales y empujan al
gobierno a decretar el despido libre con la firma de los sindicatos.
No es negocio invertir en dignidad ya solo produce beneficios
la usura el tráfico de influencias la socialización de las perdidas o la
privatización de las ganancias.

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