En el parque de mi barrio, por la noche, la víbora ciega
emborracha adolescentes, con whisky y con burbuja inmobiliaria.
Los adolescentes vomitan lagartos y sapos que cazan luciérnagas
y se quedan oscuras sin un resquicio de luz.
Los abejorros liban el mosto del alcohol, y se beben el
néctar de las botellas de refresco.
Los tábanos prefieren Red Bull, mientras las sanguijuelas
eligen la sangre que produce el desempleo y los mosquitos te enervan como los
funcionarios con corbata que te acosan con las cifras de una deuda.
Los adolescentes hacen el amor seducidos por una mantis religiosa que muestra
sus encantos, lejos de la realidad de los dolores de los hospitales, donde
lastiman las avispas y zumban las moscas alrededor de la carne putrefacta
mientras la actividad de las hormigas no deja rastro de la cópula.
Los adolescentes envejecen a base de sida, de cirrosis, de hepatitis, y del humo
del tabaco que deja baba de caracol en
sus pulmones.
Sumidos en el bálsamo de una nube estimulante de hachís y
marihuana prefieren las libélulas de alas transparentes, a los grillos y las
chicharras, que por la noche no les dejan dormir. O quizá sea la cafeína de la
coca cola, que poco a poco anula su carácter, igual que el fondo digital de una
pantalla substituye una ventana con vistas a un árbol, y hace de las polillas
seres abominables que tienen mal aspecto, y que al proyectar una sombra alrededor
de una farola, parecen monstruos tan horribles como la agonía de las abejas.
Los adolecentes de mi
barrio solo conocen de cerca a las orugas, a las lombrices, y a las
escolopendras, que viven a rastras igual que sus adultos, y terminan a merced
de las arañas, enredados en su propia tela.
Los adolescentes de mi barrio admiran a los gusanos de seda,
que prefieren hacer el capullo, y encerrarse sin vistas de futuro, para después
poder volar como crisálidas.
Los adolescentes de mi barrio saltan los muros y las vallas.
Se cuelan en el metro. Roban chucherías en los autoservicios. No esperan para
cruzar que cambien a rojo los semáforos. Pintan en las paredes promesas de
amor. Miran al cielo mientras se columpian. Y al visitar las vías del tren ven
en el horizonte mariposas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario