domingo, 14 de julio de 2019



En mi barrio los lunáticos evitan para dormir las zonas de césped donde el riego es automático y te puede arruinar un sueño de cuerdos.
Los días fríos de lluvia, escarcha y hielo, duermen confiados en los albergues como un niño de teta, a pesar de los ojos perturbados que desean hasta el último suspiro de su aliento y los miran como si fueran la carne virgen de un cordero lechal.
Un zulo es un buen lugar donde pasar las noches lejos del horror de la mirada de un tuerto.
La mirada de un tuerto, es un error en el lóbulo temporal izquierdo, producido por una pelota de goma un día de protesta.
Los lunáticos toman calimocho, y no quiere oír hablar de las perseidas. Prefieren entrar en los agujeros negros, que les transportan a otra dimensión, lejos de la realidad de las taras que produce este sistema.
Los lunáticos escriben poesía bajo el influjo de la cara oculta de la luna que no vemos más cerca de los poetas malditos que de Góngora o Quevedo. Ellos prefieren el verso libre a encadenarse a la rima o a la métrica.
Los lunáticos no conocen la voz de los poetas pero identifican en el manicomio los gritos de los militantes que aún se manifiestan.
 Dicen los lunáticos que vieron el eclipse lunar a través de los botes de humo, mientras el resto, se quedaron dormidos el día que anunciaron, que ya no tenían derechos.
Deben de estar locos los lunáticos que conocen el lugar de las estrellas en la bóveda celeste, pero ignoran la luz de los fluorescentes en el techo.   
                                                                               Josef Antoni.

 

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