En mi barrio los lunáticos evitan para dormir las zonas de
césped donde el riego es automático y te puede arruinar un sueño de cuerdos.
Los días fríos de lluvia, escarcha y hielo, duermen
confiados en los albergues como un niño de teta, a pesar de los ojos
perturbados que desean hasta el último suspiro de su aliento y los miran como
si fueran la carne virgen de un cordero lechal.
Un zulo es un buen lugar donde pasar las noches lejos del
horror de la mirada de un tuerto.
La mirada de un tuerto, es un error en el lóbulo temporal
izquierdo, producido por una pelota de goma un día de protesta.
Los lunáticos toman calimocho, y no quiere oír hablar de las
perseidas. Prefieren entrar en los agujeros negros, que les transportan a otra
dimensión, lejos de la realidad de las taras que produce este sistema.
Los lunáticos escriben poesía bajo el influjo de la cara oculta
de la luna que no vemos más cerca de los poetas malditos que de Góngora o
Quevedo. Ellos prefieren el verso libre a encadenarse a la rima o a la métrica.
Los lunáticos no conocen la voz de los poetas pero
identifican en el manicomio los gritos de los militantes que aún se
manifiestan.
Dicen los lunáticos
que vieron el eclipse lunar a través de los botes de humo, mientras el resto,
se quedaron dormidos el día que anunciaron, que ya no tenían derechos.
Deben de estar locos los lunáticos que conocen el lugar de
las estrellas en la bóveda celeste, pero ignoran la luz de los fluorescentes en
el techo.
Josef Antoni.

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