sábado, 7 de marzo de 2020

Motivos para una revuelta


Las mujeres hacemos las camas, limpiamos el suelo, lavamos la ropa, hacemos la cena, fregamos los platos, cambiamos pañales, acostamos a nuestros hijos, y después, cuando llega nuestro marido a casa borracho, aguantamos que en silencio nos viole.
En mi barrio las mujeres nos levantamos cansadas de sonreír.
Cansadas de que alguien nos levante impunemente la falda en el transporte público sin ser invitado.
Cansadas de sentir como tu mirada mancilla nuestro cuerpo y lo desnuda sin permiso.
Cansadas de escuchar comentarios obscenos sobre el tamaño de nuestras tetas.
Cansadas de percibir unos pasos detrás de nosotras y sentir un ataque de pánico.
Cansadas de ser mujeres fáciles, ligeras de cascos, putas, golfas, zorras o guarras, mientras ellos, son alegres mujeriegos con los que disfruta la audiencia.
Cansadas de que alquiles nuestro cuerpo, de que nos compres, de que nos vendas, de que nos humilles, y de que decidas por nosotras, cómo y cuando hemos de parir.
Cansadas de seducir a los hombres con una manzana, de que nos pongan un velo, de que nos pongan un burka, cansadas de ser su Geisha sumisa.
Cansadas de que no des valor a nuestras obras de arte y no las expongas en tus museos.
Cansadas de bailar a tu lado, cansadas de hacerte los coros, cansadas de ser un objeto.
Cansadas de tener que demostrar una y otra vez que no somos un adorno y que sabemos igual que ellos,  realizar nuestro trabajo.
Cansadas de que se olviden de nosotras, como si Emma Goldman, Margarita Neri, Celia Sánchez, Frida Kahlo, Ángela Davids, Marie Curie, Rosa Park, Matilde Landa, Federica Montseny, Rigoberta Menchú y tantas y tantas otras, no merecieran al menos unos párrafos, en los libros de historia.
Cansadas de ser las frágiles princesas del cuento que esperan que su príncipe regrese y resuelva sus problemas.
Cansadas de negociar la deuda con el banco, de acudir a las reuniones de la  plataforma de afectados por la hipoteca, de esperar a los antidisturbios en la puerta, de recurrir a los bancos de alimentos, de cuidar de nuestros hijos, y de solo escucharte como te  quejas cuando regresas a casa.
Cansadas de sus celos, de sus gritos, de sus amenazas, y de sus golpes.
Cansadas de ser unas brujas a las que prefieren ver muertas antes que libres. 


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