Cansadas
En mi barrio las mujeres hacemos las camas, limpiamos el suelo, lavamos la ropa, hacemos la cena, fregamos los platos, cambiamos pañales, acostamos a nuestros hijos, y después, cuando llega nuestro marido a casa borracho, aguantamos que en silencio nos viole.
En mi barrio las mujeres nos levantamos cansadas de sonreír.
Cansadas de que alguien nos levante impunemente la falda en
el transporte público sin ser invitado.
Cansadas de sentir como tu mirada mancilla nuestro cuerpo y
lo desnuda sin permiso.
Cansadas de escuchar comentarios obscenos sobre el tamaño de
nuestras tetas.
Cansadas de percibir unos pasos detrás de nosotras y sentir
un ataque de pánico.
Cansadas de ser acosadas sexualmente y tener pesadillas.
Cansadas de ser mujeres fáciles, ligeras de cascos, putas,
golfas, zorras o guarras, mientras ellos, son alegres mujeriegos con los que
disfruta la audiencia.
Cansadas de que alquiles nuestro cuerpo, de que nos compres,
de que nos vendas, de que nos humilles, y de que decidas por nosotras, cómo y
cuando hemos de parir.
Cansadas de seducir a los hombres con una manzana, de que
nos pongan un velo, de que nos pongan un burka, cansadas de ser su Geisha
sumisa.
Cansadas de que no des valor a nuestras obras de arte y no
las expongas en tus museos.
Cansadas de bailar a tu lado, cansadas de hacerte los coros,
cansadas de ser un objeto.
Cansadas de tener que demostrar una y otra vez que no somos
un adorno y que sabemos igual que ellos,
realizar nuestro trabajo.
Cansadas de que se olviden de nosotras, como si Emma
Goldman, Margarita Neri, Celia Sánchez, Frida Kahlo, Ángela Davids, Marie
Curie, Rosa Park, Matilde Landa, Federica Montseny, Rigoberta Menchú y tantas y
tantas otras, no merecieran al menos unos párrafos, en los libros de historia.
Cansadas de ser las frágiles princesas del cuento que
esperan que su príncipe regrese y resuelva sus problemas.
Cansadas de negociar la deuda con el banco, de acudir a las
reuniones de la plataforma de afectados
por la hipoteca, de esperar a los antidisturbios en la puerta, de recurrir a
los bancos de alimentos, de cuidar de nuestros hijos, y de solo escucharte como
te quejas cuando regresas a casa.
Cansadas de sus celos, de sus gritos, de sus amenazas, y de
sus golpes.
Cansadas de ser unas brujas a las que prefieren ver muertas
antes que libres.
Cansadas de que nuestras minifaldas o nuestros escotes
justifiquen vuestro instinto asesino.

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