En el sarcófago se abrió una grieta.
Llegamos a creernos la especie elegida
y comenzamos a
alterar el átomo.
La maldición de los reactores
letal dejó sin vida a su creador
a pesar de sus plegarias.
Después llegó el exilio
hacia un lugar sin patria.
Lejos de la seguridad
que nos dan los espacios conocidos.
La erosión devora los inmuebles
y oxida los columpios en el parque
donde juegan con juguetes rotos
los fantasmas.
A algunos nos pudo la melancolía.
A pesar de la prohibición
regresamos con temor
a visitar
los lugares donde pasamos nuestros mejores años.
Hay un espejo donde ya no se refleja la luz
y no puedo ver mi rostro.
El viento no halla freno en las paredes
que ahora son ruinas en el suelo
y aúlla en mis oídos.
No logro escuchar a mi madre
cantar alegre en la cocina,
ni los gritos de mis hermanos
cuando corren por los pasillos,
y mis ojos ahogados
no me dejan ver a mi padre
entrar por esa puerta.
Más tarde cuando yo ya no esté aquí
a pesar de la deformidad
la vida se abrirá paso entre los escombros que ahora piso.
Ha vuelto a nevar, la lluvia es ácida.
Después de la tormenta con el sol
han brotado las flores
en las ramas de los árboles
y canta un pájaro.
Josef Antoni

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